jueves, 1 de enero de 2009

JOE LOUIS, EL BOMBARDERO DE DETROIT

Joe Louis salió de la miseria para conquistar la gloria en el boxeo
La fama puede alcanzarse de muchas maneras. Y Joseph Joe Louis Barrow, “El bombardero” de Detroit, es un ejemplo de cómo un hombre puede hacerse célebre y convertirse en el ídolo de las muchedumbres, gracias a la fortaleza física y al poder contundente de sus puños.
Ningún otro boxeador como él combinó excelente técnica pugilística, al mezclar tan buena defensa y un ataque demoledor, con una pegada devastadora. Tan destructiva como la de Jack Dempsey o Rocky Marciano. Tenía una guardia magnífica. Su jab llevaba el poder de un gancho…
Conoció la miseria y las privaciones en Alabama. Cuando aún no había aprendido a caminar, quedó huérfano de padre. Y al casarse su madre Lyli en nuevas nupcias, todos se marcharon a vivir en Detroit; Joe tenía 12 años y desempeñó los más diversos oficios para ayudarle a su familia.
Pero Louis nunca se conformó con estar encadenado a la pobreza. En algunos sitios no le dejaban entrar a causa del color de su piel; en otros se mofaban de él… Por ello aprendió a manejar sus puños: para defenderse e impedir burlas.
Después de un inicio exitoso en 1934, obtuvo el derecho a pelear con el campeón James Joseph Braddock el 22 de junio de 1937, en Chicago. Louis le dio una paliza y lo noqueó para ganar el cinturón, con 23 años. El público estadounidense se regocijó con el triunfo del “Bombardero”.
La única derrota en sus mejores tiempos fue ante el alemán Max Schmeling, una de las últimas figuras del predominio blanco; sucedió en Nueva York (1936). Lograría su venganza en la conocida pelea “Estados Unidos contra los nazis”. En dos minutos y 34 segundos del primer episodio, quebró dos vértebras de la espalda de Schmeling y lo envió al piso cuatro veces (1938).
De ahí en adelante ostentó la aureola del peso pesado invencible y los triunfos se sucedieron, con derroche de elegancia y contundencia, ante los astros de la época: Primo Carnera, Max Baer, Billy Conn, Paulino Uzcudum, Jack Sharkey, Tony Galento, Arturo Godoy y Jersey Joe Walcott, entre otros.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Louis estaba en la cúspide de su carrera en el mundillo de las cuerdas, pero renunció a percibir millones de dólares más al decidir enrolarse en el ejército norteamericano y dar combates de exhibición para los soldados, por sólo $45 que recibía de paga al mes.
En más de 11 años como campeón, ganó $4,5 millones y estableció un récord muy difícil de igualar, que todavía no ha sido superado: defendió con éxito la corona durante 25 combates. Pertenece, sin embargo, a ese grupo de pugilistas que nunca supieron cuándo retirarse a tiempo y con dignidad.
Louis se alejó por primera vez, el 28 de febrero de 1949. Sin embargo, 27 meses después dejó su aislamiento, debido a presiones económicas por malos negocios y el saqueo del séquito que revoloteaba a su alrededor. Con el deseo de pelear y la confianza de que vencería al monarca Ezzard Charles, retornó el 27 de setiembre de 1950, pero perdió una decisión en 15 episodios.
Joe ya no era el mismo. El 26 de octubre de 1951, abatido por los golpes y los años, fue noqueado en el octavo asalto por un italo-americano que se abría pasado en los tinglados: Rocky Marciano, que no celebró la victoria. Nadie lo hizo. Sería la última pelea a sus 37 años, en el final de su carrera.
Los últimos años del “pugilista del siglo”, los vivió acosado por las deudas, el fisco, los problemas emocionales (casado cinco veces) y una quiebra total. Había conseguido un empleo como recepcionista en el famoso hotel Caesar Palace, en Las Vegas...
El corazón le dio el último nocaut de su vida, luego de padecer problemas de salud desde 1970, por las secuelas de los golpes recibidos en su carrera. Pocas horas después de ver una pelea entre Larry Holmes y Trevor Berbick, Joe murió en Las Vegas de una deficiencia cardíaca, a los 66 años, en 1981




La estatua del puño de Joe Lewis rememora al bombardero de Detroit.

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